Christopher es un adolescente de quince años con una percepción
diferente de la vida. Sus maestros le han explicado cómo distinguir una cara
alegre de una triste y qué significa cada una, así que ahora ya puede
comprenderlas cuando las reconoce en alguien de su entorno. Le molesta que
invadan su espacio físico, en especial si es alguien desconocido. Observa a los
extraños durante largo rato hasta comprobar que no suponen un peligro.
Tener un hijo con síndrome de Asperger
A Christopher le encantan las cosas que se guían por la lógica, como
las matemáticas. Puede pasar horas enteras haciendo ejercicios de matemáticas
mentalmente; eso le tranquiliza cuando se siente nervioso. Cuando hay demasiado
ruido o muchas personas en el ambiente se siente sobrecargado por tanta
información.
Su forma de decir “te quiero” no es besando ni abrazando; prefiere que
no le toquen. Si quiere transmitir cariño a sus padres, simplemente entrelazan
los dedos de la mano derecha… y ya queda todo dicho.
Ésta es una pequeña descripción de Christopher, el protagonista del
libro “El curioso incidente del perro a medianoche”, de Mark Haddon. Si te
interesa introducirte en la mente de un chico con síndrome de Asperger, te
recomiendo esta lectura. Gracias a que está escrito en primera persona y de
forma muy amena, terminas pensando y sintiendo como Christopher.
¿QUÉ ES EL SÍNDROME DE ASPERGER?
El síndrome de Asperger se sitúa dentro de los trastornos
generalizados del desarrollo, un grupo de trastornos infantiles que comparten
la alteración en las interacciones sociales y en la comunicación con los demás,
así como un repertorio de intereses y de actividades restringido, estereotipado
y repetitivo.
El término “síndrome de Asperger” fue utilizado por primera vez por
Lorna Wing en 1981, denominándolo así en reconocimiento del trabajo previo de
Hans Asperger (1906-1980), un psiquiatra y pediatra austríaco que había
descrito el síndrome ya en 1943.
¿Cuáles son las áreas afectadas en el síndrome de Asperger?
ÁREA SOCIAL
- Reducido interés por las personas
- Poca comprensión de las normas o convenciones sociales básicas
- Dificultades en la comunicación no verbal (mirar a los ojos,
sonreír, gesticular e interpretar gestos, postura corporal extraña…)
- Falta de empatía cognitiva y afectiva con los demás. Problemas para
reconocer qué están pensando o sintiendo los otros, o sus intenciones. Carencia
de intuición interpersonal.
- Pocas amistades con iguales y preferencia por las relaciones con
adultos.
ÁREA MENTAL
- Interés muy marcado, casi rozando lo obsesivo, por una temática
concreta (por ejemplo, los trenes)
- Poca o nula comprensión de lo implícito como segundas intenciones,
metáforas, ironías o mentiras. También les puede costar comprender y utilizar
el sentido del humor
- Extremada atención en los detalles concretos de las cosas, más que
en la globalidad
- Fuerte intolerancia a la incertidumbre. Necesidad de que el futuro
próximo sea predecible
- Prefieren que las cosas tengan un orden preciso; les hace sentir
seguros
- Dificultad para “etiquetar” las emociones propias y/o ajenas y
asociarlas con sus expresiones faciales
- Algunos (aunque no necesariamente) destacan por su inteligencia
superior a la media en algún área concreta, como las matemáticas
ÁREA FÍSICA Y CONDUCTUAL
- Lenguaje muy desarrollado, por encima de lo habitual para su edad,
incluso resultando extraño por su excesiva corrección y formalidad en la forma
de expresarse
- Poca agilidad y coordinación física
- Pueden presentar estereotipias motoras, gestos repetitivos o
posturas peculiares
- En ocasiones realizan comentarios que parecen groseros o fuera de
contexto
- Excesiva escrupulosidad
- Como cualquier niño, pueden reaccionar de manera agresiva si se
sienten nerviosos por una invasión o una sobrecarga proveniente del entorno
No falta la polémica en torno al síndrome de Asperger por ser de los
más peculiares dentro del espectro del autismo, al no presentar una deficiencia
cognitiva y conductual tan marcada como otros trastornos generalizados del
desarrollo.
Algunos profesionales expresan que, como también ocurre en otros
trastornos, corremos el riesgo de patologizar situaciones que realmente son
normales. Por ejemplo, un pequeño con una carencia de habilidades sociales por
alguna causa externa a su desarrollo podría ser mal etiquetado de síndrome de
Asperger. Un etiquetaje incorrecto e innecesario no causa más que malestar,
tanto al niño como a sus familiares.
Por eso, unos padres cuyo hijo, sospechan, puede tener síndrome de
Asperger, no tienen que alarmarse antes de tiempo. Ante la duda, lo mejor es
consultarlo con un profesional y contrastar diferentes opiniones de expertos.
Ante todo, lo que hay que tener en cuenta es el grado de interferencia
que está teniendo ese niño, es decir, los problemas o dificultades que tiene en
su vida cotidiana (escuela, familia, amigos…).
Eso será lo primero que el profesional comience a trabajar para obtener
una progresiva mejoría y una mayor adaptación al entorno.
El síndrome de Asperger persiste, pero es posible enseñar a la persona
habilidades y estrategias para tener un mejor ajuste y así llevar una vida
completamente normal. Personalmente, considero que llegar a un diagnóstico
concreto es algo secundario; lo principal es conseguir el mayor bienestar
posible del niño y su entorno.
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