Afortunadamente, el nivel de vida occidental ha aumentado de manera
importante en las últimas décadas. Gracias a ello, los padres han podido
ofrecer a sus hijos una vida mucho más cómoda de la que ellos tuvieron en su
infancia.
En un intento de no hacerles pasar por
los déficits de su juventud, muchos de ellos se han pasado al extremo
opuesto y, sin darse cuenta, están criando a unos hijos incapaces de valerse
por ellos mismos. Veamos las diez claves para evitar esto.
1.- GENÉRALES OBJETIVOS DESDE BIEN PEQUEÑOS POR LOS QUE PUEDAN OBTENER
RECOMPENSAS: “Si me ayudas a poner la mesa luego jugamos un rato juntos”, por
ejemplo.
Motivar a la consecución de objetivos tan sencillos como éste
desarrolla el hábito de la superación de obstáculos y de la motivación
proactiva. En definitiva, les ayuda a desarrollar la creencia de “yo puedo”.
2.- SÉ CONSECUENTE CON TUS ACTOS: los niños hacen lo que ven, no lo
que oyen. Los padres deben ser un modelo de comportamiento. No se trata de que
seas perfecto, pero sí al menos de que no hagas delante de ellos aquello que no
te gustaría transmitirles como modelo de comportamiento.
Ten en cuenta de que tus hijos son como esponjas y absorben sin darse
cuenta aquello que ven en casa. Si en tu hogar habláis a gritos, tus hijos
pronto hablarán también de este modo.
3.- SU TRABAJO ES EL ESTUDIO. Por tanto, las notas y la actitud en la
clase son fundamentales. La vida real impone obligaciones tediosas, y en este sentido
el colegio supone una obligación de tipo adulto para los niños.
Es, en definitiva, una preparación para el funcionamiento en la vida
real, y debemos exigir un correcto desempeño de la misma. Una enorme cantidad
de niños tiran la toalla y renuncian a sus sueños profesionales porque no se
les ha acostumbrado a dar lo mejor de sí mismos a nivel académico.
No se trata de perseguir que todos entremos en la universidad, sino de
que al menos durante la enseñanza obligatoria los padres motiven a sus hijos en
los estudios.
4.- HABLA CON ELLOS, PREGÚNTALES POR SU VIDA, SUS SENTIMIENTOS Y
CONFLICTOS. Muchas veces ocurre que si los niños no están bien emocionalmente,
entonces intelectual y académicamente las cosas no van como deberían.
Hablando con ellos les acostumbras a ser asertivos, es decir, a
entender lo que sienten y a ponerlo en palabras. Una persona asertiva tiene
muchas más posibilidades de ser ayudada que una persona que no es inteligente
emocionalmente.
Tampoco se trata de atosigarles, sino más bien de adoptar una actitud
de “estar disponibles”.
Durante la adolescencia:
5.- PROVÉELES DE EXPERIENCIAS VITALES. Dentro de tus posibilidades
familiares y económicas, anímales a ir de acampada a solas y/o en familia, a
estudiar idiomas en el extranjero, a hacer voluntariados…
En definitiva: que vean el mundo. Las fronteras son casi siempre
mentales y haberlas traspasado desde bien pequeños ayuda a vencer el miedo a la
vida, algo muy presente en los ni-ni.
6.- FACILÍTALES LA SOCIALIZACIÓN. No sólo se trata de exigir un buen
rendimiento académico. Ello ha de ir acompañado por una importante
socialización, es decir, formar parte de la sociedad en la que se vive.
En este sentido el grupo de amigos es clave, por lo que convendrá
favorecer que, tras cumplir con sus obligaciones, los hijos puedan estar con
sus amigos. Junto a ello, permitir la inclusión en el folclore y las costumbres
sociales también genera un arraigo muy interesante y productivo para ellos.
7.- TAREA COMÚN: poner su grano de arena en casa. Se trata de otro
modo de hacerles entender que no son simplemente receptores pasivos de
cuidados. Además de ocuparse de su habitación, los niños deberían encargarse de
hacer una tarea por la comunidad, en este caso, por la familia.
8.- PON LÍMITES Y NORMAS CLARAS EN TU CASA. Has de ser la punta de
lanza que guíe a tus hijos. Éstos deben sentir que llevas las riendas y que
dictas ciertas normas que luego te encargas de hacer cumplir.
Imagina que vas en un avión y el piloto dice en tono asustado:
“Señores pasajeros, tenemos que indicarles que no sabemos muy bien cómo pilotar
este avión. Si alguien entre los pasajeros sabe algo de esto, que pase por aquí
y nos ayude a hacerlo”.
No es difícil de imaginar cómo, tras este comentario, el pasaje entero
se vería dominado por el pánico. Pues bien; pese a lo grotesco del ejemplo, si
en casa no hay nadie que “pilote” la familia a nivel educativo, el efecto es
similar: el caos.
9.- VALORA SUS LOGROS. Si estamos diciendo que hay que exigir y poner
límites como enseñanza para la vida real, también hay que valorar los objetivos
cumplidos. Esa palmadita en la espalda que a todos nos gusta supone para los
hijos un reconocimiento a sus méritos.
10.- CUMPLE LO QUE PROMETES. Sea un premio o un castigo, siempre debes
ser consecuente con lo dicho. Si no estás seguro de poder cumplirlo, muérdete
la lengua.
Este decálogo supone un esquema de funcionamiento, pero lógicamente
cada situación tendrá sus particularidades, pues cada niño es diferente. Para
ampliar información sobre este tema te recomiendo mi libro “El arte de educar
con sentido común” (Oniro) y, por supuesto, pedir orientación psicológica si lo
ves necesario.
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