“EL PROPÓSITO DE LA
EDUCACIÓN ES LOGRAR QUE LOS NIÑOS QUIERAN HACER LO QUE DEBEN HACER” (HOWARD
GARDNER)
La mayoría de padres ve
la tarea de educar como algo difícil. Pero si anticipa todo lo que puede
fallar, que su hijo no estudiará, se relacionará con amigos que resten, no
comerá… esto le desesperará y caerá en la profecía autocumplida. Lo más
importante en la educación es establecer unas reglas que no se salte ni usted.
Trabaje para que se cumplan desde edad temprana. A partir de los seis meses los
niños entienden muchas cosas; no se expresan, pero empiezan a diferenciar entre
“esto sí se puede y esto no”. No trate de educar a un chaval de 15 años al que
lleva consintiendo todo este tiempo, será tarde. Cuanto antes sepan sus hijos
que hay normas, que los premios van asociados al cumplimiento de
responsabilidades, que todos tienen que colaborar, antes conseguirá tener hijos
educados, responsables y con autonomía.
La mejor prevención en
educación es la intervención temprana. Muchos padres se quejan de que los niños
no vienen con un manual bajo el brazo, pero si siguen estas reglas básicas,
seguramente le allanarán el camino que supone educar.
PRIMERO. Volumen y tono conversacionales. Conseguir que le hagan caso no es
cuestión de hablar alto. El poder está más en lo que se dice, en las consecuencias
que conllevará no hacerlo a la primera, en la coherencia y en ser muy
disciplinado con las rutinas. Si quiere que sus hijos le respeten, empiece por
respetarles a ellos. Nadie quiere obedecer a alguien que no se muestra seguro y
relajado.
SEGUNDO. No dé órdenes contradictorias. Si le dice a su hijo que se duche, que
recoja su cuarto y que se siente a la mesa, sin indicarle el orden, igual lo
bloquea. Dígale lo primero que tiene que hacer, y cuando haya finalizado, lo
segundo. Si su hijo tiene edad para memorizar varias órdenes, enuméreselas,
dígale cuál es su prioridad. No espere que él la sepa, porque tiene las sus
propias.
TERCERO. Imaginación. Haga un concurso por semana para que jueguen “a hacer lo
que deben”; puede ser sobre cualquier comportamiento a corregir. Los domingos
lo puede anunciar: “A partir de mañana, se celebra el fantástico concurso de
‘Quién tiene la dentadura de caballo más limpia’. Las bases son estas:
limpiarse los dientes tres veces al día y pasar revista. Las puntuaciones de papá
y mías se sumarán, y el viernes anunciaremos ganador”. Si quiere que los niños
se lo tomen en serio, haga lo mismo. Y tenga paciencia, hasta que se convierta
en rutina necesita tiempo. El juego genera un ambiente relajado en el que
apetece más aprender y obedecer.
CUARTO. No quiera modificar en su hijo todo lo que le molesta de una vez. Si se
pasa el día diciéndole lo que hace mal, terminará por cargarse su autoestima.
Elija una conducta a modificar y céntrese en ella siguiendo las pautas de este
artículo. Cuando lo consiga, siga con otra.
QUINTO. Cuando corrija o muestre su enfado con ellos, no los ningunee, ni
ridiculice, ni haga juicios de valor. Si lo hace, terminarán por comportarse
conforme a las expectativas que se han puesto en ellos y les afectará a la
autoestima. Es mejor decir: “No me gusta ver tu cuarto desordenado; por favor,
guarda los juguetes en las cajas”, a decirles: “Eres un guarro, qué asco de
dormitorio”. No consiga que se cumpla la profecía autocumplida. Si les
transmite que no confía en ellos y que no espera nada, puede que se cumpla.
SEXTO. Sea constante. Aquello muy importante, basta con que lo argumente una
vez, no busque más razonamientos porque su hijo no los necesita. Simplemente
busca ganar tiempo para no hacer lo que debe. Dígale: “Esto no es negociable;
cuanto antes empieces, antes podrás disfrutar de lo que más te gusta”. Negocie
lo que sea negociable y no siente precedente con lo que no lo es.
“Educad a los niños, y no
tendréis que castigar a los hombres” (Pitágoras)
SÉPTIMO. Paciencia y calma. Las personas que transmiten con paciencia son más
creíbles y generan un ambiente cálido y relajado. Cuando introduce cambios en
la manera de educar, al principio los niños reaccionan con incertidumbre: “¿Qué
significa que mi madre/padre ahora están calmados y no me gritan?”. Deles
tiempo, necesitan acostumbrarse a esta nueva forma de comunicarse.
OCTAVO. No se contradiga con su pareja. Los niños tienen que saber que la
filosofía y la escala de valores parten de los dos. Si no, estarán chantajeando
a uno y a otro, fomentando el engaño para conseguir lo que quieren. Terminará
por tener muchas discusiones con su pareja por eso. No se descalifiquen, ni
ridiculicen, ni contradigan delante de ellos. Todo aquello en lo que no estén
de acuerdo, háblenlo en la intimidad y negocien.
NOVENO. Nunca levante los castigos. Es preferible aplazarlo, pero que sea
efectivo y lo cumpla, que imponer uno muy duro fruto de la ira y que luego
deshará convirtiéndose en alguien a quien se puede chantajear. Dígale: “Esto
merece un castigo, ya te diré qué va a pasar”.
DÉCIMO. Mejor que el castigo, el refuerzo. Significa prestar atención a lo que
hace bien, cualquier cambio, y decírselo. Si continuamente centra la atención
en lo que hace mal y le corrige y se enfada, su hijo aprenderá que esta es la
manera de llamar su atención. Todo lo que se refuerza, se repite. Al niño le
gusta que sus padres estén orgullosos de él, pero tiene que decirle de qué se
siente usted orgulloso, porque él no lo va a adivinar.
Recuerde lo más
fundamental: hasta la adolescencia, no hay figuras más importantes que los
padres. Si trata de educar en una dirección, pero se comporta en otra, será
inútil. Los hijos copian, son esponjas. Educar con acciones tiene mucho más
impacto que con palabras.
Patricia Ramírez
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