lunes, 5 de mayo de 2014

CRISIS DE ANSIEDAD

¿ME VA A DAR UN ATAQUE AL CORAZÓN?
Es tan intenso el sufrimiento en los ataques de pánico (crisis de angustia) que las personas que los padecen, o que los han experimentado alguna vez, se suelen hacer tres preguntas que, de por sí, son angustiosas: ¿Me puedo morir durante un ataque de pánico? ¿Me puede dar un infarto de miocardio? ¿Me voy a volver loco? La respuesta a estos tres interrogantes es clara, firme y contundente: NO.
CARACTERÍSTICAS DE LA CRISIS DE ANGUSTIA
En una crisis de angustia se experimenta una aparición súbita, temporal y aislada de miedo o malestar intenso que, frecuentemente, va acompañada de sensaciones de peligro inminente y de un fuerte impulso a escapar. Para hablar de crisis de angustia, esta sensación de miedo o malestar intenso tiene que ir acompañada de, como mínimo, cuatro de los siguientes síntomas somáticos (fisiológicos) o cognitivos:
·         Palpitaciones, elevación de la frecuencia cardíaca (taquicardia) o sacudidas del corazón.
·         Sensación de ahogo o falta de aliento (paradójicamente suele ir acompañado de un aumento de la frecuencia respiratoria y, consecuentemente, un exceso de oxigenación).
·         Sudoración.
·         Opresión o malestar torácico.
·         Miedo a perder el control o volverse loco.
·         Miedo a morir.
·         Parestesias (sensación de hormigueo o adormecimiento).
·         Escalofríos o sofocos.
·         Temblores o sacudidas.
·         Sensación de asfixia o de atragantarse.
·         Inestabilidad, mareo, sensación de pérdida de conciencia o desmayo.
·         Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo, como viéndose desde fuera de su propio cuerpo).
·         Náuseas o molestias abdominales (dolor de estómago, descomposición, etc.).
·         Estos síntomas aparecen de manera muy brusca y van aumentando en intensidad, alcanzando su máxima expresión en los primeros diez minutos.

¿POR QUÉ LAS CRISIS DE ANGUSTIA NO PUEDEN PROVOCARTE UN INFARTO NI VOLVERTE LOCO?
Es muy normal que, cuando surja un ataque de pánico, tengas la sensación de que te vas a volver loco, a morir por asfixia o de un ataque al corazón… Y, de la misma manera, es normal que, una vez superado, se mantenga este miedo a base de anticipar futuras crisis y posibles consecuencias catastróficas que nunca se van a dar. Sin embargo, no te favorece nada el tener estos pensamientos negativos (diálogo interno formado por distorsiones cognitivas) que te provocan más estrés y crean un caldo de cultivo en tu mente que puede precipitar nuevos ataques.
Contra estos pensamientos te puede resultar útil saber que la frase “el cuerpo es sabio” tiene mucho sentido en este contexto, pues cuando aparece una crisis de ansiedad el organismo se autoregula por sí mismo evitando todo aquello que tanto miedo te da: que te vuelvas loco, que te ahogues, que tengas un ataque al corazón…
Es decir, nuestro organismo de manera constante intenta mantener un equilibrio homeostático en todos sus parámetros (temperatura, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria, etc.), de manera que cuando se da un desequilibrio provocado, por ejemplo, por una crisis de angustia, en el que estos parámetros se disparan, él mismo tiende a volver a sus valores normales originales.
Esto quiere decir que, si durante el ataque de pánico, sentimos que el corazón se nos va a salir por la boca de lo acelerado que lo tenemos, éste va a volver de manera natural a bajar su frecuencia cardíaca hasta tener un latido normal. De la misma manera, todos los demás síntomas bajan de intensidad cuando han llegado a su “tope”, que puede ser más o menos intenso en función del ataque, del momento en que aparece y de las posibles estrategias que utilice la persona que lo sufre para detenerlo (en caso de que lo intente). Una vez superado el ataque de ansiedad, el sujeto siente agotamiento debido al gran esfuerzo que ha hecho el organismo al intentar mantener a raya todos los parámetros. Pero no pasa nada: se repondrá porque está preparado para ello… es sabio.
Así pues, cuando aparezca un ataque de pánico y nos demos cuenta de que ya no podemos hacer nada para pararlo, “simplemente”, y sé que es fácil de decir y muy difícil de llevar a cabo, tenemos que dejar que nuestro cuerpo se autoregule por sí mismo. Si antes de tener el ataque ya vamos con esta mentalidad, y trabajamos pensamientos del tipo: “si me viene un ataque, ya pasará”, “será horrible pero no me voy a morir”, “lo peor que puede pasar es que me desmaye… si me desmayo del suelo no paso… ya me despertaré”, etc., estamos ayudándonos a que la intensidad del ataque no sea tan elevada e, incluso, mediante este diálogo interno positivo, podemos evitar la aparición de estos ataques o, en todo caso, conseguir que los síntomas no sean tan intensos.
En relación a los ataques al corazón que tanto preocupan, es necesario tener claro que las crisis de ansiedad por sí solas no pueden desencadenarlos, pues las causas son otras. En concreto, los ataques cardíacos están provocados por un coágulo que bloquea una de las arterias coronarias (transportan la sangre y con ella el oxígeno al corazón), de manera que la sangre no llega al tejido cardíaco. La falta de oxígeno es la causa de la muerte de las células del miocardio (infarto de miocardio).
Normalmente esta obstrucción se da porque estas arterias se han ido engrosando debido a un exceso de colesterol que, junto con algunas células, forma placas. Estas placas se pueden desprender y taponar la luz arterial estrechada (puede ocurrir en la aterosclerosis). Por otra parte, también hay que tener presente que las crisis de angustia NO provocan ni coágulos ni engrosamiento de la pared arterial. Por lo tanto, y si acudimos a la lógica, por muchos ataques de pánico que tengamos, si estamos sanos y no estamos sometidos a los factores de riesgo que nos hacen más vulnerables, no vamos a sufrir ataques cardíacos. Algunos de estos factores de riesgo son: niveles de colesterol en sangre altos, tabaco, alcohol, obesidad, hipertensión y factores hereditarios.
En relación a la respiración, si ésta se nos acelera (sensación de ahogo), lo peor que puede pasar, antes de que vuelva a su frecuencia normalizada, es que el cuerpo se oxigene en exceso y que, en consecuencia, aparezcan algunos de los otros síntomas que hemos citado. En ningún caso vamos a morir por asfixia.
En estos casos en los que se da hiperventilación, para evitar la excesiva oxigenación (que como decimos no es mortal) podemos respirar en una bolsa que nos abarque boca y nariz o, en el caso probable de que no tengamos una bolsa a mano, nos podemos poner las manos arqueadas (como si estuviésemos estornudando pero dejando un espacio entre manos y boca/nariz para no quedarnos sin aire) e intentar normalizar la frecuencia respiratoria. Si la bolsa es pequeña o utilizamos las manos quedará un espacio muy pequeño para el intercambio de aire, de manera que es preciso ir retirando la bolsa o las manos en períodos breves para volver a respirar aire fresco. Si la bolsa es grande pero vemos que el ataque tarda en remitir, también la iremos retirando y colocando a intervalos hasta que la crisis desaparezca.
Si no se toma esta medida no pasa absolutamente nada ya que, como vamos insistiendo,  el cuerpo se irá autoregulando por sí solo aunque el proceso será más lento y desagradable. Es muy importante tener en cuenta que no siempre que aparezca un ataque de pánico, al contrario de lo que podemos deducir erróneamente de muchas películas, es beneficioso utilizar una bolsa para respirar. Esta acción solamente se puede llevar a cabo en caso de respiración acelerada, síntoma que no siempre se da.  Ante la duda, mejor abstenerse para evitar consecuencias peores.
CUÁNDO ACUDIR A UN PROFESIONAL
En el caso de que las crisis se repitan interfiriendo en nuestra vida, lo mejor que podemos hacer es acudir a un profesional que identificará el origen del problema y nos propondrá una terapia personalizada. Cuando antes visitemos al psicólogo mejor, pues de esta manera evitaremos la cronificación de las crisis.

Algunos de los trastornos psicológicos que incluyen crisis de angustia y que se deben tratar lo más precozmente posible son el trastorno de angustia (con o sin agorafobia) y, en muchas ocasiones, las fobias. Hablaremos de estos trastornos de ansiedad en futuros posts.
DESCARTANDO CAUSAS FÍSICAS
Hay algunas enfermedades o situaciones que provocan los síntomas que hemos descrito y que, por lo tanto, se pueden confundir con crisis de angustia sin serlo.
Así pues, siempre que se producen “supuestas” crisis de angustia deben descartarse, antes de etiquetarlas como tal, determinadas enfermedades o causas físicas.
Entre éstas encontramos la tiroxicosis o crisis tirotóxica. La tiroxicosis es un síndrome provocado por un exceso de hormonas tiroideas en el torrente sanguíneo, caracterizado por la manifestación de sudoración, palpitaciones, taquicardia, intolerancia al calor, temblor, nerviosismo, irritabilidad y pérdida de peso sin disminución de la ingesta. También puede aparecer dolor torácico, mareo, sensación de ahogo y sensación de “estar a punto de morir”, pudiendo aparecer estos síntomas en forma de crisis de 10-15 minutos que pueden darse una o dos veces al día.

Este alto nivel de hormonas tiroideas puede estar provocado, a su vez, por diferentes factores. Entre ellos encontramos el hipertiroidismo (debido a la enfermedad de Graves, adenomas tóxicos, tiroiditis, bocio, etc.) y la tiroxicosis facticia, provocada esta última por la ingesta excesiva de hormonas tiroideas (deliberada en pacientes simuladores o equivocada en pacientes con hipotiroidismo que toman más tiroxina de la prescrita por el endocrino).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario