martes, 6 de mayo de 2014

LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS


Freud establece en `Totem y tabú´ que con el crimen y la ley comienza el hombre. Con el tiempo Lacan reformula esta idea. Toma el relato de la creación cristiano para decir con la ley y el crimen es que comienza el hombre. Con este giro queda planteado que es la ley, la que hace el pecado.

Puede desconcertar de entrada pero hay quien lo usa todos los días. Os suena esto de -`pero bueno, eso no es un hombre´-. Con esto, establecemos qué es y qué no es un hombre mediante la articulación del crimen y la ley, y las significaciones que se le den a la ley y al crimen son las que nos darán la noción de hombre para una determinada sociedad.

Lo que Lacan trae de nuevo es que el superyó revela una figura moderna de hombre, una forma de la significación del crimen y de la ley. ¿Y cuáles son los crímenes que emanan del superyó? Las características son simples, son crímenes simbólicos e irreales, no más. Son irrealizados. Y como el crimen es simbólico, también la ley. Es más, el orden simbólico determina la posición del sujeto.

Pero la cosa se complica, pues en los últimos tiempos, la familia se deshace y queda reducida a la pareja conyugal. Esto genera confusión, la función simbólica no se diferencia de lo natural, la función paterna, por ejemplo, del papá en cuestión.

Y ahora, desmembrada del vasto grupo social, la familia tiene mucho más poder sobre el individuo, pues el sistema de identificaciones te deja totalmente regalado a los caprichos de tu mamá y de tu papá, al tiempo que pierde poder respecto a lo social. Es claro, la legislación regula, vamos a decir… la escolaridad, y uno no puede decidir si prefiriese que el niño estudie en casa. Es un efecto ambivalente. La familia pierde efecto frente a lo social, gana efecto frente al individuo.

Y así surge la neurosis -no la psicopatía-, producto de la modernidad; adviene como tal por determinadas configuraciones del grupo familiar, en relación a la sociedad en la que ese grupo familiar se inscribe. Decía Lacan `…requieren de explicación los procedimientos mediante los cuales el neurótico se adapta parcialmente a lo real: mutilaciones autoplásticas que se pueden reconocer en el origen de sus síntomas´.

Es decir, el sujeto cede, renuncia a una parte fundamental de sí mismo, precisamente, porque en nuestra sociedad opera el superyó. Así que, asumimos la falla como propia y nos sometemos al castigo de una `mutilación autoplástica´ y es ahí donde surge el síntoma, la forma de pagar lo que se cree un desaguisado propio que, en realidad, es el defecto en la estructura familiar.

Y si por algún revés algo se quiebra, sin cometer crimen alguno, uno se siente igual un criminal, porque está inscrito algo propio de nuestra cultura que es un ideal de deber puro. Es lo que nos pasa cuando tenemos un accidente, cuando chocamos, y nos viene esto de ´debería haber prestado más atención´.


Así que el neurótico siempre falla. Levanta la falla del otro y la asume sometiéndose al castigo de la mutilación y dejando lugar al síntoma. Y con su síntoma, aunque algo gane, más pierde.

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