Toda tribu urbana o movimiento ideológico juvenil se establecen en
base a ciertos signos característicos: estética, algunos principios éticos más
o menos esbozados, pero principalmente unos gustos musicales bien definidos. La
generación beat bailó a ritmo de jazz, el movimiento hippie escuchó el folk y
el rock sesentero en festivales como Woodstock, los yuppies con Love Over Gold
de Dire Straits. Los góticos y emos se estremecen con cantos oscuros. Y éstos
son solo algunos ejemplos. Músicas que marcaron una generación, o músicas que
un movimiento social juvenil hizo suyas.
No obstante a lo que solemos creer, la música no explica nuestra
manera de ser, usamos la música para vernos identificados con las posturas
vitales y políticas que consideramos más validas, pero no existe una
vinculación estrecha entre esa identificación y nuestras acciones.
Pongamos un ejemplo: la estética dura y la violencia que rodea al
heavy metal no corresponde a la personalidad de sus seguidores: gran parte de
ellos son personas amables, pacíficas e incluso con una tendencia hacia la
introversión, como apunta un estudio efectuado en la Universidad de
Heriot-Watt, mediante una encuesta que fue contestada por 37.000 personas en
todo el mundo a través de internet (North, A.C. & Hargreaves, D.J., 2005).
Así lo narra Christopher Drösser en su libro La seducción de la
música:
Los encuestados definieron sus preferencias respecto a más de 100
estilos musicales (de la música clásica pasando por el soul) que en teoría eran
el reflejo de sus rasgos de personalidad. Esos rasgos eran, por ejemplo:
autoestima baja o alta, carácter creativo/no creativo,
introvertido/extrovertido, dócil/agresivo, trabajador o vago.
Otorguemos mayor o menor grado de credibilidad al estudio, lo cierto
es que al vincular estilo musical con personalidad caemos en generalizaciones e
imprecisiones. Si así obrásemos,
estaríamos jugando en un terreno de demagogia barata y usaríamos los prejuicios
que imponen los medios de comunicación y las series juveniles de televisión.
A partir de la encuesta diseñada por North y Hargreaves, se podría
destacar que la personalidad de los aficionados al heavy metal es muy parecida
a los aficionados a la música clásica, aunque su estudio sí matiza que los
segundos tienen una autoestima mayor que los primeros, de promedio. Entonces, a
pesar de que los estilos musicales difieran en sumo grado, por no hablar de los
ropajes que cada estilo musical propone, los clásicos y los melenudos podrían
categorizarse dentro del mismo perfil psicológico.
Otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Queensland,
Australia, liderada por F. Baker y W. Bor (2008), dan respaldo a las
conclusiones anteriores, descartando de este modo que la música o el estilo
musical juegue un papel causal en el comportamiento antisocial, por ejemplo. Sí
sugieren, no obstante, que la identificación con un estilo musical es un
indicador de vulnerabilidad emocional.
Por consiguiente, el estado psíquico es apriorístico, y a partir de
éste cada individuo se deja conquistar por aquella música que encaja con su
personalidad. En ocasiones, escuchar una música con melodías o letras
deprimentes a oídos de alguien no quiere decir que sea un factor detonante para
deprimir a muchos de sus oyentes, sino que, al contrario, en ocasiones este
tipo de músicas ayudan a superar momentos bajos de ánimo.
La mayor parte de personas siguen fieles a los estilos musicales que
escuchaban entre los 14 y los 26 años de edad, y esto ocurre debido a que la
juventud marca nuestras identidades, que ya no serán tan plásticas el resto de
nuestra vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario