miércoles, 14 de mayo de 2014

PSICOLOGÍA POSITIVA


La psicología positiva representa una innovación dentro de la psicología. No es una perspectiva nueva, el bienestar y la felicidad han sido campos de estudio y reflexión desde Platón. La sociedad actual se basa en el concepto de estado de bienestar y las organizaciones e instituciones se hacen eco, entre ellas la OMS, que define la salud como “un estado de bienestar físico, mental, y social completo, y no sólo la ausencia de enfermedad e incapacidad, sino un estado positivo que concierne al individuo en sí mismo en el contexto de su vida".
Hasta hoy los esfuerzos de los profesionales e investigadores se habían centrado casi exclusivamente en reducir o eliminar todo aquello que generaba malestar y desadaptación, gracias a los avances en las ciencias de la salud se ha observado que este modelo es mucho más eficaz cuando se complementa con estrategias que trabajen la optimización de los recursos, de las fortalezas que todas las personas tienen presentes.
Cada vez disponemos de más herramientas de trabajo para potenciar las fortalezas. Esta línea de intervención es fundamentalmente preventiva, dota al individuo de estrategias que le permiten manejar de forma eficaz los retos de la vida diaria contribuyendo así a la percepción de autoeficacia (confianza en las propias capacidades) y a una visión optimista del entorno y de uno mismo.
La sonrisa es el sello de identidad de las emociones positivas y, por ende, el icono de la psicología positiva y del bienestar psicológico. La sonrisa es algo más que un gesto o una mueca de los muchos que los seres humanos y demás primates somos capaces de hacer. Forma parte de ese repertorio de manifestaciones emocionales que muy tempranamente somos capaces de reconocer y responder emocionalmente ante ella, antes de que desarrollemos un lenguaje simbólico u otros sistemas de comunicación.
Pero no solo en el caso de la comunicación no verbal de las emociones, la expresión del afecto positivo parece ser más importante que afecto negativo. Cuando se presenta una expresión de afecto positivo (alegría) y se compara con el tiempo de reacción que nuestro cerebro emplea en su reconocimiento, frente a una expresión de afecto negativo (ira), tanto nuestro hemisferio izquierdo como el derecho detectan mucho más rápidamente el afecto positivo que el negativo y lo hace con un mayor porcentaje de precisión . Así pues, esa importancia del afecto positivo no solo es a nivel de comunicación social, sino también de procesamiento de las mismas.
Las emociones positivas son menos numerosas y bastante más difusas que las negativas. Son menos numerosas porque se asocian a situaciones que implican oportunidad o placer, las cuales son menos frecuentes que aquellas que suponen una amenaza y que son las que se acompañan de emociones negativas.

La Psicología se ha interesado de forma especial por aquello que supone un problema para la persona y por encontrar las soluciones más apropiadas. De esta forma, y debido a que las emociones negativas se asocian a muchos más trastornos y desórdenes, tanto individuales como sociales, que las positivas, se ha dado una mayor proliferación de los estudios sobre aquellas. En los orígenes del interés sobre las emociones, el potencial de sufrimiento de las emociones negativas y la búsqueda de alivio al mismo han canalizado la mayor parte del interés. Es decir, el tratamiento siempre ha tenido preferencia sobre la prevención, hasta que el avance en el conocimiento del mismo ha crecido suficientemente, para permitir derivar esfuerzos al campo de la prevención y de las emociones positivas.

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