La psicología positiva
representa una innovación dentro de la psicología. No es una perspectiva nueva,
el bienestar y la felicidad han sido campos de estudio y reflexión desde
Platón. La sociedad actual se basa en el concepto de estado de bienestar y las
organizaciones e instituciones se hacen eco, entre ellas la OMS, que define la
salud como “un estado de bienestar físico, mental, y social completo, y no sólo
la ausencia de enfermedad e incapacidad, sino un estado positivo que concierne
al individuo en sí mismo en el contexto de su vida".
Hasta hoy los
esfuerzos de los profesionales e investigadores se habían centrado casi
exclusivamente en reducir o eliminar todo aquello que generaba malestar y
desadaptación, gracias a los avances en las ciencias de la salud se ha
observado que este modelo es mucho más eficaz cuando se complementa con
estrategias que trabajen la optimización de los recursos, de las fortalezas que
todas las personas tienen presentes.
Cada vez disponemos de
más herramientas de trabajo para potenciar las fortalezas. Esta línea de
intervención es fundamentalmente preventiva, dota al individuo de estrategias
que le permiten manejar de forma eficaz los retos de la vida diaria
contribuyendo así a la percepción de autoeficacia (confianza en las propias
capacidades) y a una visión optimista del entorno y de uno mismo.
La sonrisa es el sello
de identidad de las emociones positivas y, por ende, el icono de la psicología
positiva y del bienestar psicológico. La sonrisa es algo más que un gesto o una
mueca de los muchos que los seres humanos y demás primates somos capaces de
hacer. Forma parte de ese repertorio de manifestaciones emocionales que muy
tempranamente somos capaces de reconocer y responder emocionalmente ante ella,
antes de que desarrollemos un lenguaje simbólico u otros sistemas de
comunicación.
Pero no solo en el
caso de la comunicación no verbal de las emociones, la expresión del afecto
positivo parece ser más importante que afecto negativo. Cuando se presenta una
expresión de afecto positivo (alegría) y se compara con el tiempo de reacción
que nuestro cerebro emplea en su reconocimiento, frente a una expresión de
afecto negativo (ira), tanto nuestro hemisferio izquierdo como el derecho
detectan mucho más rápidamente el afecto positivo que el negativo y lo hace con
un mayor porcentaje de precisión . Así pues, esa importancia del afecto
positivo no solo es a nivel de comunicación social, sino también de
procesamiento de las mismas.
Las emociones
positivas son menos numerosas y bastante más difusas que las negativas. Son
menos numerosas porque se asocian a situaciones que implican oportunidad o
placer, las cuales son menos frecuentes que aquellas que suponen una amenaza y
que son las que se acompañan de emociones negativas.
La Psicología se ha
interesado de forma especial por aquello que supone un problema para la persona
y por encontrar las soluciones más apropiadas. De esta forma, y debido a que
las emociones negativas se asocian a muchos más trastornos y desórdenes, tanto
individuales como sociales, que las positivas, se ha dado una mayor
proliferación de los estudios sobre aquellas. En los orígenes del interés sobre
las emociones, el potencial de sufrimiento de las emociones negativas y la
búsqueda de alivio al mismo han canalizado la mayor parte del interés. Es
decir, el tratamiento siempre ha tenido preferencia sobre la prevención, hasta
que el avance en el conocimiento del mismo ha crecido suficientemente, para
permitir derivar esfuerzos al campo de la prevención y de las emociones positivas.
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