jueves, 3 de julio de 2014

Ocho mitos sobre el amor



 
Las relaciones amorosas están construidas sobre una serie de experiencias, ideas y prejuicios. Los perjuicios son hasta cierto punto útiles porque nos permiten interpretar lo que ocurre y tomar decisiones. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar si esas ideas realmente funcionan en nuestra propia relación o si sólo son mitos urbanos. Aquí hay algunos que parecen bastante comunes y que podemos poner a revisión:
1.    Si me ama, entonces debería leer mi mente: Es cierto que cuando uno ama al otro se da a la tarea de conocerlo, de presentir e intuir sus necesidades o sus reacciones. Pero las personas ya las circunstancias cambian con el tiempo. Algo que puede parecernos divertido un día, al siguiente día puede resultarnos aburrido. Esperar que el otro adivine nuestro pensamiento es asignarle una responsabilidad muy grande que, en principio, nos corresponde sólo a nosotros. Si queremos lograr algo, entonces debemos saber expresar nuestras necesidades.
2.    Nos contamos todo. Tener una buena comunicación en pareja es fundamental, pero de ahí a contarse absolutamente todo hay una enorme diferencia. Uno puede dar el mensaje general, pero tiene derecho a guardar ciertos detalles o capítulos de su vida; incluso hay aspectos de la vida del otro que uno realmente no quisiera conocer. Cultivar el misterio también es una forma de prolongar el interés, pero ojo, si los secretos afectan a la relación y se convierten en obstáculos, entonces hay que ser transparentes. No podemos culpar a la pareja por algo que no hizo pero que nosotros relacionamos con un acontecimiento de nuestro pasado.
3.    Los celos son una prueba de amor. Me parece que los celos están muy lejos de ser una prueba de amor, incluso pueden destruir el amor y minar la confianza. Si una persona critica a su pareja por las amistades que tiene, por su forma de relacionarse con otras personas ya sea en reuniones sociales o de trabajo… la otra persona se sentirá incómoda. Hay gente que se vuelve celosa sin tener motivos reales (se imaginan cosas que no son) y es que los miedos pueden hacerlos interpretar ciertas situaciones o actitudes como amenazas. Todos somos celosos en mayor o menor medida, ya sea porque andamos con la autoestima en el suelo, porque tenemos miedo a estar solos, porque no queremos perder lo que hemos construido… porque no queremos ser traicionados. Lo importante es solucionarlo de manera que eso no termine por transformarnos en espías o inquisidores de nuestra pareja.
4.    Amor es fidelidad. La fidelidad no es algo que uno tome del anaquel y lo aplique a su vida como un shampoo, es más bien algo que se define y se construye en pareja. Para unos, ser infiel implica tener una relación en otra parte, para otros, basta con coquetear con alguien o también con esconder información o mentir. Así como hay relaciones que piden exclusividad a toda costa, hay otras que optan por la aventura y la variedad. Pero en este aspecto y en estricto sentido, lo que define a una pareja ganadora es el espacio de libertad que se brindan uno al otro para poder elegir las amistades por ejemplo y la confianza que construyen mutuamente. No podemos exigir algo si no lo damos. No podemos criticar a nuestra pareja por no ser sincera, cuando somos nosotros los que nos guardamos algo que afecta la relación. Por eso, es importante que cada pareja haga sus propios acuerdos, los negocie con honestidad y se comprometa a respetarlos.
5.    Si el sexo funciona, todo funciona. Creo que la satisfacción conyugal, la satisfacción sexual y la satisfacción personal están muy relacionadas. Por ejemplo, en un momento de crisis (infidelidad o alejamiento), una pareja puede tener una vida sexual muy intensa, porque es una vía para canalizar los miedos, de intentar reconquistar al otro, de expresar su deseo de posesión, liberar el enojo o el resentimiento, etc. Pero eso no quiere decir que la relación ande bien o que el amor sea solo sexo. Para muchas personas, de hecho, el sexo pasa a segundo plano y lo que más se valora son cosas como la confianza, el respeto, la honestidad a la hora de decir las cosas. Hay parejas que prefieren no acercarse físicamente cuando hay problemas cotidianos. Para que una relación funcione es necesario que haya complicidad, un deseo de jugar juntos, un proyecto en común (a corto o largo plazo), una admiración mutua, un sentimiento de que el otro es especial y de que quieres construir un futuro con esa persona... El sexo por sí solo no puede darnos todo eso, ¿o sí?
6.    El tiempo lo arregla todo. Por un lado, el tiempo permite tomar distancia y mirar las cosas desde una perspectiva distinta. Hay personas que necesitan un poco más de tiempo que otras para reflexionar cada situación y en parte eso es bueno, porque permite poner las cosas sobre la balanza y tomar decisiones apropiadas. Pero a veces, no afrontar las cosas a tiempo puede hacer que un problema pequeño se convierta en algo sumamente muy grande. Entre más importante sea el asunto, más apremiante se hace encontrar soluciones juntos. Si es algo que podemos dejar pasar, adelante, pero si nos está amargando la vida, es mejor hablarlo a tiempo.
7.    Mi amor lo va a cambiar. Este es un problema más común en las mujeres, pues creemos que ese “chico malo” que hemos elegido cambiará solo por el hecho de que nosotras lo amemos. Pero en realidad nadie tiene el poder de cambiar a otra persona si ella no quiere cambiar por convicción propia; los cambios forzados siempre son superficiales y a la larga generan frustración. Además, los cambios forzados quitan libertad y las personas necesitamos sentirnos libres. Uno no es responsable de la felicidad del otro, si acaso puede motivarlo a trabajar sobre sí mismo. Uno de los objetivos de la pareja es ayudarse a crecer juntos pero manteniendo la libertad individual, no estamos obligados a cumplir con las expectativas del otro ni a aceptar sus criticas por mero capricho.
8.    Discusiones, un mal necesario. Antes de vivir en pareja uno confía en lo que dice el final de la película: “… y vivieron felices para siempre”. Pero después vienen los días difíciles, las discusiones, los problemas serios y entonces uno siente que el amor no es como se lo contaron. Las discusiones son necesarias, sobre todo en los periodos de adaptación y cambio. Se dice que buena parte del éxito de una relación está en la capacidad para resolver los conflictos. Pero si éstos se vuelven el pan de todos los días, si lo que hay no es un afán de resolver o construir sino de criticar y destruir al otro, entonces estamos hablando de diferencias irreconciliables. Si lo primero que haces al hablar con el otro es criticarlo porque dijo algo que no te pareció, porque no adivina tus pensamientos o porque se lleva “demasiado” bien con sus amistades… entonces primero debes cambiar tu mismo antes de intentar cambiar al otro. Evita crear discusiones donde no las hay, no dejes que tus miedos te dominen… ¡enfréntalos!

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