El
mundo actual se caracteriza por el cambio permanente y por la crisis
que ese cambio genera tantas veces en diversos aspectos. Todo esto,
indudablemente, nos afecta a todos los individuos y por ende, a todas
las parejas, de modo que de nuestra capacidad de adaptación a ellos,
depende nuestra evolución, positiva o negativa. Las crisis son momentos
decisivos en la vida de las personas y/o de las parejas, generadas en
unos casos por situaciones externas y en otros por factores internos. Se
dan cuando todo parece replantearse y se pierde la orientación personal
y de pareja. Nos sentimos abrumados, sin saber qué camino tomar ni cómo
afrontar las circunstancias críticas que se viven.
Si
nos damos cuenta de que pasamos por un momento de crisis, debemos
proceder a trabajar en ello y buscarle salidas positivas para no
originar roces y dificultades innecesarias. Ante una crisis, lo primero
que debe hacerse es reconocer que se está pasando por ella y que nos
plantea una etapa crucial que debemos enfrentar con valentía y decisión,
sin amilanarnos ni querer negarla. No podemos permitir que la crisis
nos paralice y nos mantenga quedarnos cruzados de brazos esperando que
se arregle por sí sola (o por Dios), mucho menos huir de ella; es
necesario salir a su encuentro y convertirla en
fuente de progreso para nosotros, pues su solución no está en la
pasividad ni tampoco en dejarnos llevar por el pánico o la sensación de
derrota. Debemos convertirlas en valiosas oportunidades de crecimiento y
maduración.
Sólo
podremos afrontar en forma efectiva las crisis si estamos estrechamente
unidos como pareja, si somos afectuosos y solidarios el uno con el
otro, si dejamos nuestro egoísmo (y nuestro orgullo) y tenemos siempre
presente nuestra meta común que es hacer de nuestra relación lo más
importante en nuestra vida. Asimismo, para superar las crisis requerimos
de la ayuda de otras personas, además de nuestra pareja, pues compartir
nuestras angustias y preocupaciones con otros que han vivido
experiencias similares es también algo inmensamente útil para poder
vencer. Esto nos ayudará a reducir las crisis a su justa medida y
recibir luces de quienes ya las han superado con éxito. Las crisis son
como túneles oscuros de los cuales debemos salir fortalecidos como
individuos y como pareja. Una de las formas de encontrar la luz hacia la
salida reside en ciertos cambios que debemos asumir o realizar en
nuestra vida personal y de pareja para rescatar toda la fuerza y el
coraje que llevamos en nuestro interior.
Estas
fases críticas son ocasiones valiosas que ponen a prueba nuestra
grandeza y la capacidad de superación que nos lleva a descubrir nuestra
riqueza escondida e ignorada hasta entonces. Cuando logramos resolverlas
constructivamente nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades
fundamentales y maximizan nuestra personalidad y nuestra relación de
pareja, abriéndonos a nuevos horizontes de crecimiento y proyección al
futuro. Por otro lado, el estrés es el exceso de tensiones a los cuales
se halla sometida una persona y debido a los factores que vimos en el
primer párrafo, hoy es tan frecuente
que pocos seres humanos y pocas parejas, escapan a su influencia, de
manera que es necesario aprender a manejarlo adecuadamente, para
transformarlo en una oportunidad de crecimiento en la relación.
Es
indispensable estar atentos a la presencia del estrés ya que éste es
contagioso y si sólo lo padece uno de los miembros de la pareja, de no
afrontarse a tiempo y adecuadamente, el otro también terminará estresado
y podrán perder el control
de la situación. El estrés prolongado puede enfermar a las personas y
también llegar a destruir una relación y aún una familia completa. Se
presenta por diversas causas, entre ellas el exceso de trabajo y/o los
problemas en éste; un estilo de vida acelerado y desorganizado; unas
exigencias personales y de pareja demasiado elevadas; la acumulación de
preocupaciones y dificultades; los conflictos de pareja que no se
resuelven constructivamente; las diversas presiones de la vida actual y
otros, según cada caso personal, ya que ciertos factores que no estresan
a determinado individuo pueden ser tensos para otro.
Es
asimismo importante conocer cómo reacciona cada uno ante el estrés, con
el fin de comprender muchas de las actitudes y comportamientos que se
dan en determinados momentos. Una de las mayores diferencias entre
hombres y mujeres es la manera en que enfrentan el estrés y las
preocupaciones. Los hombres se concentran en sí mismos y se apartan cada
vez más (se aíslan y buscan espacios a solas), mientras que las mujeres
se sienten cada vez más abrumadas e involucradas emocionalmente. Él se
siente mejor resolviendo los problemas de una vez por todas y atacando
la fuente, mientras que ella se siente mejor hablando de los problemas y
de los detalles antes que enfocarse en solucionarlos. El hecho de no
comprender y no aceptar dichas diferencias puede crear una fricción
innecesaria en nuestras relaciones.
Estas
reacciones tan disímiles de la pareja ante el estrés pueden crear
conflictos y disgustos si los dos no se dan cuenta de la manera en que
cada uno actúa cuanto se siente tensionado. De ahí la importancia del
diálogo y el compartir de los sentimientos, necesidades y
comportamientos cuando uno de los miembros de la pareja o ambos se
hallan sometidos a situaciones de estrés. Si la esposa siente al
esposo emocionalmente ausente no debe tomarlo como algo personal sino
que debe explorar si está sintiéndose estresado por alguna razón y a su
vez él, aunque sienta deseos de estar a solas, si se da cuenta de que su
esposa se siente presa del estrés, debe escucharla y ayudarla para que
le comparta todo lo que desea expresar. Cuando el estrés se presenta en
la vida de pareja, ambos deben brindarse mutuamente apoyo emocional,
especialmente a través de una buena comunicación. Cada uno debe tener en
cuenta las necesidades del otro y si es el caso, antes de dialogar,
dedicarse un tiempo para reflexionar y explorar en sí mismos las causas
del estrés, sus preocupaciones, emociones, sentimientos y pensamientos,
antes de comunicárselos al otro, para encontrar, unidos, salidas a las
tensiones que los afectan y elaborar un plan de acción conjunto.
Realizar
actividades juntos que les permitan dedicarse al ocio y al descanso
puede ayudar a la pareja a aliviar el estrés y contribuirán a fortalecer
su convivencia. Asimismo, es importante utilizar el poder de la mente
para controlar nuestros pensamientos y emociones negativos y
destructivos; afrontar la realidad como es y no querer que sea según las
cosas que imaginamos (generalmente fuera de la realidad); evitar las
presiones y los conflictos; tratar de conservar en todo momento la
serenidad exterior y la paz interior, no
dejándose llevar por la agitación de otros sino más bien esforzándose
por trasmitirles la propia energía positiva; poner en los momentos de
estrés un toque de humor; cuidar el régimen alimenticio; distribuir
eficientemente el tiempo; aprender a convivir con las tensiones
inevitables; encontrarle solución a los problemas. Para ello, otra de
las soluciones eficaces que permite manejar el estrés consiste en
aprender a distribuir mejor nuestro tiempo personal y de pareja para
disminuir las tensiones y no sentirnos agobiados por la carga de
demasiadas cosas por hacer, sin espacios para descansar y divertirnos
sanamente.
Muchas
veces no encontramos ni siquiera un momento para compartir con calma
los dos. Esto es ya una señal de peligro en la convivencia que debe
movernos a hacer un alto, reflexionar y revisar nuestra cotidianidad
para replantearnos nuestras prioridades, nuestras necesidades y
reestructurar nuestro plan de vida, de modo que organicemos nuestro día
para hacer rendir al máximo cada instante que tengamos en función de
nosotros dos y de nuestros hijos (si los hay).
Cada
uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones: la salud,
familia, los problemas del trabajo, las hipotecas, etc... Podemos
separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o
emocional creando un círculo de preocupación. Cuando revisamos las
cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación resulta
evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real y,
con respecto a otras, podemos hacer algo. Podemos identificar las
preocupaciones de este último grupo circunscribiéndolas dentro de un
círculo de influencia más pequeño. Al analizar a cuál de estos círculos
dedicamos más tiempo y energía como personas y como pareja, podemos
darnos cuenta de si los estamos
aprovechando bien o no. Si dedicamos nuestro tiempo a lo que está
dentro del círculo de influencia, estaremos haciendo un uso correcto de
él. En cambio, si lo dedicamos a cosas que están en nuestro círculo de
preocupación, lo estaremos desperdiciando, lamentablemente. Esto ocurre
cuando nos angustiamos por algo que está fuera de nuestro control, en
lugar de ocuparnos en modificar situaciones que no nos gustan y que
podemos cambiar si cambiamos nosotros mismos en algún aspecto.
Es
el caso de la esposa que no se siente bien porque su esposo tiene
muchas amistades (femeninas) en su trabajo. Esto para ella estaría fuera
de su círculo de influencia pues sería prácticamente tratar de cambiar
la personalidad de su esposo. Hay esposos que tratan de que su esposa
sea parte de su círculo social. En este caso, sería más realista que la
esposa se esfuerce ella misma en adaptarse al círculo social de su
esposo para ser más tolerante y aceptarlo como él es. La comunicación es
un elemento vital que, al mismo tiempo, nos ayuda a controlar en pareja
las crisis y/o el estrés que nos afectan y nos permite enfrentar las
áreas difíciles con amor y serenidad, para llevarnos, poco a poco, hacia
el cambio que necesitamos, tanto a nivel individual como en pareja y en
familia
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