Los
desacuerdos en la vida de pareja son frecuentes. Al fin y al cabo se
trata de dos personas con diferente historia, manera de ser, pensar y
sentir. Por ello es importante aprender a solucionarlos de manera que la
relación, antes que debilitarse, se fortalezca y madure. Veamos cómo
manejarlos positivamente. Hay varios aspectos fundamentales para
lograrlo en forma adecuada, pero los más importantes son: el respeto y
la aceptación, la valoración de las diferencias y una permanente y
correcta comunicación.
El respeto y la aceptación
El
respeto y la aceptación son alimento vital para el amor, sin ellos la
relación se asfixia y perece. Pero el respeto y la aceptación no los
logramos de la noche a la mañana, sino que es una práctica paciente,
cuidadosa e insistente.
Aceptar no significa resignarnos pasivamente y aguantar todo, sino recibir al otro con amor y benevolencia, con comprensión y empatía. Esto no riñe, en ningún momento, con el hecho de ser asertivos y proactivos en la relación, como veremos después.
Aceptar no significa resignarnos pasivamente y aguantar todo, sino recibir al otro con amor y benevolencia, con comprensión y empatía. Esto no riñe, en ningún momento, con el hecho de ser asertivos y proactivos en la relación, como veremos después.
Algunos
de los pensamientos más perjudiciales para la vida de pareja son
aquellos en los que me digo: “¿Por qué no eres más paciente conmigo?
¿Por qué no me entiendes y piensas como yo? ¿Por qué no haces las cosas
como yo quiero?... etc., etc.”. Constantemente quisiéramos que las
cosas, el mundo y los demás pensaran y se comportaran como yo quisiera y
fueran como yo creo que deberían ser. No obstante, como esto no es así y
nunca lo será, nos alterarnos cada vez que ello ocurre, llenándonos de
enojo, tristeza, frustración, contrariedad, malestar, depresión. Nos
empeñamos en seguir tratando de cambiarlos y de lograr que se acomoden a
nuestro modo y a nuestros deseos y creencias. Si analizamos los
sentimientos positivos o negativos que nos asaltan durante el día, nos
daremos cuenta de que, con frecuencia, tienen que ver con lo que
acabamos de plantear: son de luz si las
cosas son como yo quiero; son de sombra si no lo son: por ejemplo, nos
sentimos alegres cuando nuestra pareja acepta acompañarnos a un plan que
nos gusta hacer (ir de compras, a cine, salir con amigos, etc.), pero
nos sentimos deprimidos cuando el otro esta ocupado y nosotros queremos
hablar de algo.
Este
mecanismo de reacción y acción se convierte frecuentemente en un
callejón sin salida, fuente de frustraciones e insatisfacciones porque
no siempre podemos influir sobre lo que está fuera de nosotros. Pero sí
podemos modificar lo nuestro y lo que está en nuestro interior. Una de
las formas eficaces de lograrlo es desechando el paradigma
del “quiero que seas como yo quiero” y reemplazarlo por el paradigma del respeto y la aceptación: “Me
gustas como eres; está bien que seas, pienses y actúes así; es valioso e
importante que seamos diferentes; no voy a dejarme afectar porque el
mundo, las cosas ni los demás”. No piensan, ni hacen lo que a mí me
parece; trataré de respetarlos y aceptarlos tal como son, de manera
sincera y me siento contento de que así sea. Lo contrario sólo me trae
reacciones negativas que me atormentan.
La
práctica del respeto y aceptación obviamente requiere que las dos
personas se muestren autenticas desde un principio. Para
nosotros, respetarnos y aceptarnos ha sido increíblemente liberador y
nos aporta mucha paz, gozo y armonía en nuestra vida personal y de
pareja, aunque no negamos que a veces nos dejamos perturbar cuando algo
no sale como queremos o no responde a nuestras expectativas, o cometemos
el error de juzgar y criticar al otro cuando no se acomoda a nuestros
patrones de pensamiento o comportamiento.
Conocer y
valorar nuestras diferencias
Somos
seres sociables por naturaleza y nacimos para enriquecernos mutuamente y
complementarnos, lo cual sólo se logra gracias a que somos diferentes,
ya que si todos fuéramos iguales, no tendríamos nada que compartir, sólo
existiría una aburridora uniformidad. Esto lo confirmamos al
desarrollar las características de hombres y mujeres y concluir que
somos tan diferentes, casi como seres de distintos planetas.
Lo
interesante y el mayor desafío, es llegar a conocer esas diferencias y
abrirnos a ellas con cariño, entusiasmo y comprensión, para poder
aprovecharlas, disfrutarlas y hacer de ellas factores de crecimiento de
la pareja. Sin embargo, llegar a este punto no es posible si no tenemos
una firme autoestima que nos dé la seguridad necesaria para sentirnos
seres únicos, especiales, buenos y valiosos, dignos de ser amados,
respetados y aceptados. Una vez alcanzado este objetivo, podemos darnos
el lujo de considerar al otro, asimismo, como un ser único, especial,
bueno y valioso, digno de ser amado, respetado y aceptado. Entonces
comenzaremos a asumir en nuestra relación el enfoque, basado en la
igualdad, del “yo gano/tú ganas”, el cual, unido al amor a sí mismo, nos
ayuda a satisfacer mejor
nuestras necesidades básicas, mías y del otro, a través de la
corresponsabilidad, la asertividad y la sinergia.
La
corresponsabilidad significa que cada uno se siente responsable,
comprometido con el otro y con la mutua decisión de amarse y dispuesto a
compartir y afrontar esta estupenda tarea, en igualdad de condiciones,
con los mismos derechos y los mismos deberes. La asertividad es la
capacidad de hacerse respetar del otro, con firmeza y seguridad en sí
mismo, pero con infinito afecto y respeto por el ser amado. Es saber
conservar el equilibrio, sin caer en ninguno de los dos extremos,
igualmente perniciosos: la sumisión por un lado, la opresión y el
dominio por el otro.
La
sinergia es el resultado casi milagroso de unir la fuerza de los dos,
donde el todo es mucho más que la suma de las partes. Un claro ejemplo
de este poder maravilloso es la unión de amor de pareja que luego
procrea un hijo. La base de la sinergia y lo que la hace tan eficaz son
nuestras diferencias. En la pareja, esta sinergia se potencializa aún
más cuando acude en su ayuda una tercera persona muy especial que es
Dios, con su amor y su gracia infinitos.
Una
vez que conocemos, respetamos y aceptamos nuestras diferencias, que
tenemos una alta y adecuada imagen de nosotros mismos y del otro, que
actuamos en forma corresponsable y asertiva y que buscamos la sinergia
en nuestra relación de amor, desembocamos en algo que nos da fuerza para
lograr nuestros sueños y construir con nuestro esfuerzo un futuro
promisorio: el ser proactivos, como personas y como pareja. Ser
proactivo es la habilidad de actuar con base en principios y valores,
más que reaccionar con base en la emoción o las circunstancias. Es lo
opuesto a las personas reactivas que reaccionan automáticamente, en
forma negativa y con enojo, ante cualquier cosa, aún la más
insignificante, mortificándose y mortificando al otro, menoscabando poco
a poco la relación.
Recordemos
que nuestras diferencias hicieron posible que nos enamoráramos un día y
que pudiéramos seguir complementándonos a lo largo de nuestra vida en
común. Las diferencias son también las que posibilitan la vida social y
todas las manifestaciones de la ciencia y la cultura.
Una comunicación frecuente y profunda
La
comunicación es el proceso por el cual hacemos partícipe a otra persona
de lo que somos, pensamos, sentimos y tenemos, sin esperar que esa
persona adivine nuestras emociones. En la pareja, se puede hablar de la “comunicación interpersonal afectiva” como
la clave para que la relación perdure, ya que mediante ella nos damos a
conocer al ser amado y, a la vez, él nos permite conocerlo. Una de las
cosas
más significativas en la relación de pareja es el compromiso que tienen
de comunicarse el uno con el otro en una forma íntima y profunda. Deben
revelarse completamente Uds. mismos, de una manera física, mental,
psicológica y espiritual; y tienen que ser totalmente abiertos para
escuchar las revelaciones de la otra persona.
No
podemos amar verdaderamente lo que no conocemos. A su vez, el
conocimiento del otro fortalece el amor y por ello la comunicación
sincera es vital para hacer crecer el afecto entre nosotros dos. De la
calidad de nuestra comunicación depende la calidad de nuestra relación,
puesto que la comunicación nos permite satisfacer nuestras
necesidades fundamentales al compartir nuestros pensamientos,
sentimientos, valores y sueños. A ésta la llamamos también el diálogo de
pareja.
En
una correcta comunicación buscamos primero comprender al otro y después
ser comprendidos. Comprender significa entender al otro, a través de la
empatía, ponerse en su lugar y “caminar un trecho con sus zapatos”.
Empatía es lograr entrar en la cabeza y el corazón de la otra persona y
ver el mundo desde su perspectiva, con sus propios anteojos, ya que
cada persona tiene los suyos, diferentes a los de los demás. Cuando no
existe la comprensión, fácilmente criticamos y juzgamos al otro, o le
damos consejos inadecuados, creando entre nosotros distancias
insalvables, malentendidos e interpretaciones falsas que deterioran
nuestra unión. En cambio, cuando logramos comprender al otro y ser
comprendidos por él, estaremos preparados para aceptarnos mutuamente y
podremos influenciarnos recíprocamente, o darle y recibir de él
consejos, sin sentirnos atacados o subvalorados por ello.
Los
desacuerdos no nos pueden llevar a pelear con el otro, ni a criticarlo,
ni a quererlo cambiar. Los desacuerdos, cuando son manejados
positivamente, son fuente de mayor amor y entendimiento y permiten
crecer en la relación y en el trato con los demás. Vale la pena mejorar
en este aspecto que va a estar presente siempre en nuestra vida.
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