Los cuidados
inadecuados hacen a los niños propensos a la ansiedad y les impide regular bien
sus emociones de adultos
Un estudio revela que
el estrés en los primeros años de vida tiene efectos adversos sobre el
comportamiento y el desarrollo del cerebro que se mantienen después en la vida
adulta. De hecho se sabe que detrás de más de la tercera parte de los
trastornos de ansiedad se esconden factores estresantes como la falta de
cuidados o los abusos físicos o de otro tipo, que en la vida adulta se traducen
en alteraciones emocionales y de conducta. Aunque se había relacionado las
pautas de crianza inadecuadas y la falta de atención con una mayor propensión a
las alteraciones de conducta y trastornos como la depresión y la ansiedad,
hasta ahora se desconocían sus bases neurobiológicas. Tampoco estaba claro si
las alteraciones emocionales y conductuales eran el resultado de las
experiencias vividas por los pequeños o se debían a trastornos congénitos u
otros factores preexistentes como malnutrición materna o exposición prenatal a
sustancias nocivas.
Ahora un trabajo
llevado a cabo muestra que el cuidado inadecuado de los pequeños altera de
forma permanente los circuitos cerebrales que procesan las respuestas de temor,
haciéndolos emocionalmente más reactivos, se destacan las alteraciones
persistentes en el circuito y función de la amígdala, la estructura cerebral
encargada de procesar el miedo y las emociones. Además, estos efectos no son
reversibles cuando se elimina la causa del estrés ni disminuyen al desarrollarse
otras áreas del cerebro implicadas en la regulación emocional, como la corteza
prefrontal.
Adopciones
Para su estudio, los
investigadores estudiaron a 16 niños menores de once años criados en un
orfanato y los compararon con un grupo control de diez niños criados con su
familia. Según los autores las atenciones recibidas por estos pequeños en el
orfanato son un buen modelo para estudiar la influencia del estrés en las
primeras etapas de vida sobre el desarrollo posterior. Para controlar los
factores genéticos y ambientales mencionados, los investigadores crearon un
modelo de roedor. Simularon los escasos cuidados recibidos por los niños en el
orfanato en los ratones previamente destetados limitando a las madres el
material disponible para hacer el nido e interrumpiendo el cuidado materno a
las crías. El estudio con roedores se limitó al periodo de destete, para
equipararlo a la estancia temporal de los niños en el orfanato antes de ser
adoptados. El estudio en roedores se llevó a cabo en edades equivalentes a la
preadolescencia, adolescencia y etapa adulta de los seres humanos.
Los autores señalan
que se produjeron cambios tempranos y de larga duración en el comportamiento
ansioso y la función de la amígdala en los ratones expuestos a un cuidado
parental desorganizado, que podría equipararse a la mayor reactividad emocional
y los cambios en la amígdala observados en los niños criados en orfanato.
Comprobaron que el estrés temprano modifica la regulación del miedo cuando se
quiere lograr algún objetivo. Es decir, la posibilidad de que la motivación
pueda ser mayor que el miedo y ayude a alcanzar un objetivo propuesto. En este
sentido, la psicología evolutiva ha demostrado que la capacidad exploración de
los bebés desde que gatean está relacionada con un apego seguro a los padres.
Cuanto más confiados son respecto al afecto y cuidado de la figura de
referencia, paterna o materna, más se aventuran a alejarse de su proximidad
para explorar cosas que les interesan.
Efecto irreversible
Además, estos rasgos
ansiosos observados tanto en ratones como en algunos niños criados en
instituciones públicas no parecen corregirse a lo largo del desarrollo
evolutivo, como muestran los autores. Lo esperable sería que al desarrollarse
la región de la corteza prefrontal implicada en la regulación del miedo, la
corteza infralímbica, los efectos del estrés temprano disminuyeran, cosa que no
ocurría ni en el modelo de roedor ni entre los niños criados en orfanatos que
fueron adoptados comparados con sus iguales que crecen con su familia.
Según los
investigadores, sus resultados corroboran los hallazgos previos, que indican
que recibir cuidados en los primeros años de vida de forma desorganizada e
imprevisible puede alterar la regulación emocional de forma permanente con
independencia de los factores genéticos y ambientales.
Según los autores, sus
resultados están de acuerdo con lo observado en niños adoptados en países donde
se dispensan escasos cuidados, y sugieren que podrían beneficiarse de programas
de intervención temprana.
No está claro si los
efectos de del estrés temprano mejoran tras adopción, ya que pocos estudios
siguen a los niños adoptados más allá de la adolescencia. Lo que parece
evidente de estos estudios es que cuanto antes se produce la adopción, mejor es
el resultado. Este efecto puede ser atribuible a una ventana para el desarrollo
emocional y que pasado ese periodo crítico los circuitos cerebrales implicados
son menos plásticos (moldeables) o más resistentes al cambio.
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