Vivir
con resentimientos, es casi como estar muerto, afirman algunos
expertos. “El ser humano por naturaleza espiritual, es capaz de albergar
en su interior un montón de cosas buenas. Cuando empieza a sentir solo
emociones negativas, es como que le entrara un virus. La
ira, el odio y el resentimiento pasan por todo el cuerpo, son
sensaciones dañinas que lo contaminan y acaban con él”, dice la doctora
Bertha de Farah, terapeuta profesional.
Recuerda
que en más de una ocasión ha tenido en su consultorio, madres e hijos
que viven resentidos mutuamente, parejas afligidas que pelean
constantemente porque hay algo inconcluso entre ellos, pues siguen a la
espera de algo tan sencillo como el pedir perdón. “Este asunto va más
allá de una práctica religiosa, es un ejercicio que se hace cuando se
tiene la capacidad de darse cuenta del daño ocasionado y cuando se toma
consciencia de que el rencor no le hace bien a ningún cuerpo. No debemos
dejarnos arrastrar por las emociones,
por lo que me hizo o no una persona, por lo que dijo o no dijo; hay que
dar un paso a la reconciliación permanente”, sugiere.
TODO EMPIEZA POR UNO MISMO
Pero
el paso inicial para liberarse de cualquier resentimiento, es
perdonarse a uno mismo y empezar a quererse. “Muchas veces queremos
perdonar a
quien nos lo pide, pero no podemos hacerlo porque ni siquiera nos hemos
perdonado a nosotros mismos por nuestros errores. Somos nuestros
propios verdugos, nos juzgamos y criticamos duramente y terminamos
impotentes”, asegura la psicóloga clínica, Sandra de Camba.
La
base del perdón está en tener la capacidad de aceptar que se es humano,
con virtudes que se pueden potencializar y defectos que se deben ir
corrigiendo. “Perdón no quiere decir que yo justifico lo que está mal,
sino que comprendo. Es como un regalo que me doy a mí mismo para ser
consciente de lo que está pasando a mi alrededor y cuáles son las
decisiones adecuadas que puedo tomar en mi vida”, acota la especialista.
Si
no se logra culminar este proceso, se termina reflejando los errores
propios en el comportamiento ajeno. “Mis defectos los busco en los
demás, no los reconozco en mí pero sí los señalo en el resto. Esto
impide aceptar que todos cometemos errores consciente e
inconscientemente”.
EL OBJETIVO: RECUPERAR
RELACIONES
Y
si una persona guarda oculto un resentimiento, la relación que sostenga
con quien lo ha ofendido, no va a ser igual sino que se va a ver
disminuida y hasta destruida. De ahí que es tan importante pedir perdón y
ser perdonado, más aún si se trata de una relación entre padres e
hijos.
“Muchos
padres son maltratantes porque el papá los maltrató, no pudieron
perdonar eso y repiten el condicionamiento con sus hijos”, lamenta
Bertha de Farah,
máster en Terapia Familiar.
Se
crea todo un sistema de programación, porque “cuando un padre ha
cometido ese error, inconscientemente está enseñándole al niño a hacer
lo mismo”, explica Carol Farah, facilitador de la Escuela Gnóstica de
Educación Continua, una institución que difunde el valor de perdonar.
Si
la persona se da cuenta del error cometido y tiene la suficiente
madurez como para asumirlo, es muy fácil que pida perdón a su hijo. “Lo
coge y le dice:
me di cuenta de mi error, quiero pedirte perdón porque te ofendí sin
querer. Eso no le quita autoridad, todo lo contrario”, asevera.
La
palabra perdón es muy sanadora, totalmente constructiva y edificante.
“Y hay una serie de recursos que los seres humanos tenemos en nuestro
interior pero que no conocemos y que nos pueden servir para perdonar”,
agrega Farah.
TÉCNICAS QUE FACILITAN EL PERDÓN
Aprender
a respirar conscientemente, es decir, de manera abdominal, no pulmonar,
ayuda a sentir el aire y alcanzar un estado de concentración y
sensibilización. El autobservarse también sirve para inspeccionar el
interior y depurarlo.
“Perdonar
y pedir perdón es mucho más beneficioso que vivir con culpa y rencor. A
veces nos hacen cosas que cuesta perdonar, pero no es
imposible. Hay que sacrificar algo, el resentimiento para que surja
algo bueno: el amor”, exclama.
TERAPIA GESTAL
1. Respire profundamente, sin pensar en nada.
2. Enfóquese en su cuerpo, tome consciencia de él. Es una forma de relajación que debe ser dirigida.
3. Traiga a su memoria un evento que le causó resentimiento y dolor en su vida.
4. Regrese a ese momento y encuadre la escena.
5.
Reviva el momento y pregúntese: ¿qué fue lo que viví o escuché?, ¿qué
fue lo que hizo o dijo esa persona que me causó tanto dolor?
6. Conéctese con esa emoción.
7. ¿Cómo se llama lo que siente? ¿Es dolor? ¿Sufrimiento? ¿Qué es...?
8. ¿Qué le hace sentir esa emoción? ¿Una punzada?, ¿un latido?, ¿un retortijón?
9. ¿Dónde lo siente?, ¿en el estómago?, ¿en la cabeza?, ¿en el corazón?
10. Acepte lo que siente , no lo reprima o rechace.
11.
Ahora que ya sabe dónde lo siente y qué es, si pudiera darle una
identidad física ¿a qué se le parece?, ¿a un cuchillo?, ¿a un martillo?,
¿a qué...?
12. Sáquelo de su mente y póngalo al frente suyo.
13. Pregúntele: ¿Qué quieres? Y escuche respuestas.
14. Note qué pasa con su cuerpo cuando empieza a sentir todo esto. ¿Ganas de qué le dan?
15. Sígalo cuestionando, pregúntele: ¿por qué me haces sentir esto?, ¿de qué nos sirve?
16. Y cuando ya se haya quedado sin argumentos, desinstalará ese odio y habrá que instalar amor.*
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